Carlota Ciganda
La sobrina ejemplar
El niño, con la zamarra culé, agarrado de la mano de su madre, se acercó en el tee del hoyo 10 de Pula Golf, en Son Servera, adonde estaba Miguel Ángel Nadal, 5 ligas, una champions y 62 veces internacional. "¿Hijo, sabes quién es este señor?", le preguntó la señora orgullosa, como queriendo que el crío, que no levantaba metro veinte del suelo, enseñara al mundo sus nociones futboleras. "Mamá, pues claro… el tío de Rafa Nadal".
José Ángel Ziganda, el Cuco, 2 veces internacional, delantero brioso, ahora atado a los banquillos en Lezama, desconoce tal pasaje, pero asume que su destino es similar al del central mallorquín: adentrarse en el futuro como el tío de... A la constelación mundial se acerca a velocidad sideral su sobrina Carlota Ciganda (con C), golfista, a la que siempre colmó de elogios como Miguel Ángel lo hizo con el tenista desde la infancia cuando dirigía la defensa del Dream Team.
La joven ha hecho ruido desde los 12 años, siete después de coger el primer palo, cuando ganó el Doral Junior Classic, la víspera de la Nochebuena de 2002. Fue el primer éxito internacional de una hoja de servicios donde están señalados todos los campeonatos nacionales posibles desde benjamín en adelante, algunos como el cadete, a edad precoz. Jamás tuvo la más mínima duda de adentrarse en un mundo que engulle talentos con excesiva frecuencia. Donde el resto temblaba, ella sonreía.
Su advenimiento se anunció con años de anticipación, mucho antes de que viajara a Estados Unidos, donde estudiar y jugar al golf es una tarea menos opresiva. Ulzama, club de golf pequeño, allá en Navarra, son buena gente y en cada conversación con un socio salía Carlota, a secas, síntoma de complicidad. Ante tal caudal de elogios, el curioso acudía al expediente: alguien que gana el British Amateur y es dos veces campeona de Europa no puede ser una hipérbole, desde luego.
Se dice que es una excelente pegadora, que el driver le aproxima a muchas de las abnegadas golfistas coreanas -12 horas de trabajo en el campo de prácticas-, pero sobre todo la navarra une a eso una virtud sobrenatural. La ha cultivado desde pequeña. Es especialmente inteligente en la estrategia a desarrollar en el juego, a hacer sencillo un juego que se fuerza a ser sofisticado.
Las etapas amateur se las saltó de dos en dos, mientras fabricaba, aconsejada por su padre Jesús, un marco interesante en el que desarrollar sus virtudes. La coincidencia en el tiempo de la mejor generación de golfistas españolas de la historia se trasladó primero a la Universidad de Arizona, donde coincidió con Azahara Muñoz, la mejor golfista española de la última década, y posteriormente al campo profesional, que asiste a la gestación de una armada al modo masculino en donde Carlota se siente cómoda. Es una de las razones por las que apenas ha acusado el salto. En menos de 12 meses ya había coleccionado su primera victoria, el Deloitte Open, en Holanda, un torneo que fue un ejercicio de paciencia para la chica. Terminó ganando después de tanto parón por lluvia, que su madre no pudo asistir a su primera victoria en el Ladies European Tour porque perdía el avión de vuelta a España.
Le ha bastado medio curso para merodear el top 100 mundial, a pesar de no haber podido entrar en el LPGA, el circuito americano, donde su nombre ya no es extraño. Su eclosión, además, llega en un momento en el que al golf femenino, siempre el sector pobre del negocio, le puede ayudar la condición de deporte olímpico. Era otro de los sueños de Ciganda: ganar la medalla de oro en 2016 ó 2020. El que ya cumplió Nadal. El otro sobrino ejemplar.
Gerardo Riquelme
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